XX • El ocaso llega...

El ocaso llega... brumoso, disipante, cadencioso.
Reclamándome la vida, en silencio, de puntillas.
Con el trinar de los pájaros, el hulular de la brisa,
el reir de los jóvenes, el aserto de los viejos,
llega el ocaso como siempre, a mi vida, cada día.

Me llego a mi rincón somnoliento, acompañado de mi tristeza. Vengo a llorar en silencio, como quise hacerlo, como dije que lo haría. Vengo a llorar por dentro.

Aunque me queda alegría, ya lo creo que me queda. Pero la siento allá dentro, en lo profundo del alma mia. En un lugar al que nadie tiene acceso todavía.

Vengo llorando la ausencia, esa ausencia que me axfisia, porque quisiera tenerla, tenerla conmigo, a mi lado cada día.

Y se empecina la vida en negarme su sonrisa, que sin oirla la siento como si ya fuera tan sólo mia.

Y al gritar desesperado, sin que mi grito se escuche, se me astilla el aliento lacerándome la vida.

Vine a llorar, ya dije. Porque el Ángel sigue herido... sigue herido todavía.

(No busco consuelo, no puede haberlo. Tampoco compasión, no la merezco. Sólo llorar, a eso vengo)