XXIII • Por qué?

Abubillas llamando, ocaso estrellado, sabor amargo, pura hiel.
Rompen las olas, arrulla el curso del rio, y la música llega,
amable brisa, embriagadora y ciega.
Pían, se llaman, pían, se contestan. Y la noche se cierne...
Me rasgo el alma, y qué encuentro... Se me vá la vida asolada.
El piar, la música, el vacío, mi sonrisa burlada, mi latir congelado...
No siento... y siento tanto. Espesas las entrañas, sangre,
gelatinoso plasma, macilenta mirada, inerte corazón yermo.
Siguen piando, llamando. Siguen. Pían.
Ahora piano, triste, arrasando notas aladas.

Sueño contigo, y contigo... contigo.
Dulce pesadilla que hiere, que abrasa.
La noche, al alba, morir, vivir, morir...
Y de nuevo la luz, el día, y de nuevo muero, recorriendo telarañas,
hedores, frescura, dolores arcanos.
La vida no es sueño, es horror. Amor, temor, volar con la melodía,
convertida melancolía, estallar en falaz algazara.
Y pían, se llaman, abubillas...

Y lloro lágrimas negras, húmedos hollines, ponzoña, desídia,
doliéndome el alma, se me moría... el gesto en mis labios, de franca alegría.

No encuentro sentido, así me sentía. Por qué me dejaste? Solo, absuelto de culpa,
el alma perdía. Por qué me dejaste? Por qué huíste mientras moría?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Angelito,
te soplo una bocanada de aire fresco,
desde mi frágil pecho de papallona...