IXX • Le lloro al cielo

Le lloro al cielo que nace
al despertar mi cama vacía,
arrugada de recuerdos,
anegada de sollozos
lloro al cielo cada día.

Le lloro al cielo que me mira
desgranar horas sufridas,
esconderme de sus burlas
renegando de mi ser
por seguir creyéndola mía.

Le lloro al cielo por su belleza
justo al ocaso, prendido en llamas,
hecha jirones el alma,
en brasas al recordarla
imploro al cielo venganza.

Le lloro al cielo que marcha
mientras la Luna se rie
contemplando mi rostro bañado
por los rios de mi desgracia,
le lloro en llanto de escarcha.

Le lloro al cielo mientras estalla
derramando el universo entero
entre sus nubes de plata,
mientras la brisa ativia
las lágrimas que ella me arranca.

Le lloro al cielo nocturno
preñado de estrellas blancas
mientras me guiñan sus ojos
regalándome esperanza,
recomponiendo de nuevo mi alma.

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(Este rinconcito de mi alma iba
a llamarse ‘Llorando bajo la Luna’)

XVIII • Como la vida misma

Como la vida misma,
sin esperarla, sin merecerla,
sin despertar a la Luna,
como las mágicas Hadas
que nuestros sueños habitan.
Se presentó sin más, una noche,
como lo haría la vida misma.

Apareció al ocaso en mi vida,
mientras llovía mi alma,
mientras mi vida moría.
Con su fulgente cabello dorado,
con su perlada sonrisa tendida,
con su celeste mirada serena,
como lo haría la vida misma.

Como la vida misma,
me obsequió sus dulces palabras,
sanando llagas, cerrando heridas,
pactando con las distancias,
parando las horas y hasta los días,
para rendirme su tierno regazo
para invocarme a creer en la vida.

Apareció al ocaso en mi vida,
real, vital y valiente,
como el más dulce presente,
hermosa como los besos de amor,
como el dorado aroma de miel,
como entre nubes rayo de sol,
como lo haría sin duda la vida.

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Burbuja dorada,
Burbuja querida,
siento quererte ya tanto
como querría a la vida...

XVII • Te miro y siento

Te miro y siento,
porque tus ojos transmiten
desde infinito amor
a la sincera tristeza
que habita en mi interior.

Te miro y siento
si te descubro celosa
por todo cuanto yo siento,
porque quisieras darme
tu posesión más hermosa.

Te miro y siento
curárseme el alma en pena,
aflorar lo mejor de mí mismo,
sentimientos desconocidos
inspirados en tu belleza.

Te miro y siento
hallar el cielo en la tierra,
pues eres mi alma gemela,
y nunca podré renunciar
a quererte de ésta manera

Para tí, Marieta.

XVI • Mi amiga La Lluvia


Amanece. Tardo en abrir los ojos, el sueño me vence. El tiempo pasa. Hay que hacer un esfuerzo, comenzar un nuevo día. La voluntad posee la fuerza, ella hace que consiga despegar mis párpados, entreabrir muy lentamente mis ojos. Primero el izquierdo, que queda del lado de la ventana y no puede contener su curiosidad, después el derecho. Bien, ahí está, esa luz, o cabría mejor decir esa ausencia de luz... ha amanecido nublado. Mis sentidos captan inmediatamente la atmósfera creada en ausencia del dios Ra. La persiana está bajada, la cortina de harpillera echada, aunque las micro ranuras permiten adivinar el tiempo afuera. Exigiendo un nuevo esfuerzo a mi cuerpo, otrora perfectamente atlético, consigo salir de la amada cama, llegarme hasta el lavabo. Cuando salgo de él, más despejado, recorro ilusionado los metros que me separan del ventanal de la biblioteca, y entonces sonrío.

Afuera llueve.

Es día de fiesta, no trabajo, llueve... no se me ocurre situación más perfecta.

Me visto presuroso, como empujado por alguna extraña urgencia, y salgo a la calle. El día es gris, con densos, espesos nubarrones de caprichosas y cambiantes formas que se desplazan, en una danza magistral, a poca altura del suelo, como pidiendo ser acariciadas. Inocente, como un niño, levanto mi mano derecha en un intento pueril de alcanzarlas con las yemas de mis dedos. Y aunque no consigo rozarlas, sonrío feliz, lo he intentado al menos.

No llueve mucho, pero está todo reluciente, empapado por las horas previas de lluvia. Mis sentidos van despertando con rapidez a un mundo distinto, casi mágico, del que estoy seguro provengo. No me cabe duda de que en alguna de mis anteriores existencias fui criatura anfibia; un delfín quizás, un gran escualo, un diminuto y translúcido pececillo de las profundidades abisales... provengo del agua, eso es seguro.

Los sonidos me sustraen de la realidad, las miríadas de perlas estrellándose por doquier a mi alrededor, sobre mí; el chapoteo de los coches sobre los charcos, el de mis propias pisadas, el sibilante siseo de la lluvia misma al caer..

Y por fin los indescriptibles aromas, vivificantes y humectantes aromas, a tierra mojada, que me transportan a mi niñez, a los interminables veranos, paseando bajo el aguacero, recogiendo ‘vaquetes’ con mis primos, mis padres, mis tios. A las infinitas horas de piscina, viviendo más dentro que fuera del agua. Fragancias evocadoras que me devuelven parte de esa infancia perdida en el pasado, de esa angelical felicidad robada a golpe de vida.

Y ya desayunando en el bar, instalado junto al ventanal, pierdo la mirada en la paleta de intesísimos verdes del follaje de la avenida. Se me borran todos los rasgos de la ciudad, todo asomo de civilización, quedándo aislado en medio de la naturaleza. Llueve, y la ciudad se desvanece; tan sólo soy capaz de percibir mi ancestral naturaleza.

De vuelta a casa aumenta mi deleite al mirar a mi alrededor como por primera vez, como un ciego al que sus hadas favoritas hubieran devuelto la vista y no diera credito a todo cuanto ve, por fascinante, por maravilloso.

Si, llueve. Y en días de lluvia, al ser venido de las aguas le visitan las musas, todas ellas. Tan sólo hay que contemplar extasiado el exterior, nuevamente colgado del ventanal de la biblioteca, el inenarrable panorama de nubes entrechocando, fundiéndose amorosamente unas con otras, y como resultado su fecunda lluvia bañándolo todo, nada queda al abrigo, y menos que nada mi alma.

Así fue una y otra vez, miles de veces, en cada cuadro soñado, pintado. En cada libro escrito, en cada dibujo arrancado al prístino papel, en cada poema dedicado al amor, siempre al amor, en todas su formas, en todas sus vidas.

Podría seguir hablando de ella, mi amiga la lluvia, emocionado, excitado, enamorado, pero sería en vano; nada hay que la describa, tan sólo que es un regalo, que es vida. La lluvia me regala eso, la vida.

(Para tí Gabucha)


XV • Por qué morir

Por qué morir
si miro al cielo y resucito,
si contemplar el ocaso
hace tambalear mi alma
y un sencillo soplo de brisa
me recompone la vida?

Por qué morir
si hasta una gota de lluvia
sobre mi rostro llorado,
si un tronar desgarrado,
si el destello de un rayo
ponen fin a mi agonía

Por qué morir
si tu preciosa sonrisa,
tus dulces ojos entornados
mirándome a hurtadillas
toman forma de Ángel
para curar mis heridas?

Por qué morir
si todo el dolor infringido
por las diosas de las penas
apenas socaba mi amor
que siento infinito en mis venas
suspirando por ser para vos?

XIV • Buscando tu sonrisa

Quería reirme un rato,
no sabía cómo hacerlo,
entonces sonó el microondas
y me acordé de mi gato.

Bien pensado, no molaba,
lo llenaría todo de pelos
y no lo podría meter
si antes no lo pillaba.

Qué podría yo hacer
para reirme un rato?
andaba canturreando
al són de mi rítmico flato.

Podría echar huevos al patio,
o bien llamadas obscenas,
ir apretando los timbres
por cada una de las puertas.

Podría prender fuego al loro,
llamar luego a los bomberos
pedirles que lo apagaran
y cocinarlo para la cena.

También podría disfrazarme
de pendeja toda tiesa
ligarme algún maromo
y que saliera por piernas.

Podría si acaso a la noche
andar pinchando las ruedas,
esperar a ver los dueños
con esas caras de pena.

Podría saltar al vacío
desde mi alta azotea,
estrellarme contra el suelo
con estrépido espantoso,
y dar un susto de muerte
a cualquiera que lo viera...

No, esto no.

En fin, no se, me aburro,
Yo lo que quería era reirme
y por mucho que me estrujo
me sale la vena gamberra.

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Una pequeña broma de Ángel

XIII • Necesito del amor


Sí, necesito del amor,
ni lo niego, ni pudiera.
De su esencia, su presencia,
su dolor, y en su riqueza,
su magnánima aquiescencia.

Sí, necesito del amor,
pues soy su dios y me quema
hinchando mi pecho de rabia
porque nadie me lo quiera.
Ni aún entregando mi alma,
mi sangre caliente en sus venas,
el latir de mis entrañas.
Que ni dando la vida entera...
nadie, aún así, lo quisiera.

Sí, necesito del amor,
porque me huyen las fuerzas
nadando a contracorriente
en las lúgubres mareas
de las ánimas en pena.
Porque la locura me infecta
su elixir empozoñado...
sin compañera de alma,
sin que nadie me lo quiera.

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No sé cómo explicarlo. Tengo dentro de mí tanto amor que me dá la sensación que podría abarcar el mundo entero con él... y sin embargo siento que nadie se ha percibido de ello, ni aún ofreciéndolo, ni aún regalándolo... Que nadie ha sido capaz de apreciarlo, aceptarlo, comprenderlo, compartirlo... Cómo es posible... Acaso nadie lo necesita, acaso andan todos sobrados de él... O es que acaso nunca he sabido darlo, con mi afecto, con mi cariño, con mis imperfecciones, con mis besos, con mis abrazos, con el alma en mis manos, con mi inocencia, con mis rimas y mis versos malogrados...

Es que no hay nadie ahí fuera que quiera de mi amor?

(Suerte tengo de teneros, mis Ángeles... aunque sea en el cielo y no en la tierra)

Mañana iré de risas, lo prometo ;-)


XII • De niño soñaba...


De niño soñaba...

Desde que tuve uso de razón, con ser futbolista, cómo no. Del Valencia, mi equipo de siempre. Y bueno, llegué incluso a probarme es ése club, aunque demasiado tarde (no había tradición futbolística en mi familia). Acabé jugando en el Levante, equipo rival de mi ciudad (concidí con Johan Cruyff el año que jugó allí -yo de juvenil y él por retirar ;), unos años, hasta que me incorporé al servicio militar... Y ahí acabó el sueño de ser estrella del fútbol.

Con tener éxito con las chicas... con que las seducía con mi simpatía, con mi gracia natural, que conseguía a la chica soñada y juntos vivíamos una preciosa historia de adolescente amor... Nunca sucedió así. Era simpático y muy gracioso, pero demasiado tímido.

Soñaba, recorriendo en bicicleta los caminos de tierra y asfalto de Bétera, con mi primo Migue al lado, que viajábamos en motocicleta por parajes ignotos y de leyenda, corriendo las aventurás más audaces e intrépidas. Lo vivíamos realmente.

Con pintar como mi tio Miguel, cuyos cuadros me impresionaron tan profundamente que aún hoy tengo rcuerdos de lo que sentía al verlos... Creo que lo conseguí... aunque no triunfé como artista, cosa que también soñaba.

Con ser cantante... me veía como Paul McCartney, cantando baladas en el Hollywood Bowl, entre el griterío enloquecido de las fans, o como Jeff Lyne más tarde... en la oscuridad de la noche, en mi cama, con los auriculares conectados al radiocassette, cerraba los ojos y escenificaba mi actuación a la perfección, después incluía en mi fantasía a mi chica soñada del momento y la imaginaba rendida, enamorada hasta la locura de mí... Esto tampoco sucedió, claro.

Junto a mi primo, tres años menor que yo, pasando las noches de verano al raso, tumbados en el cesped, junto a la piscina, mirando embelesados el límpido cielo tachonado de infinitas estrellas, soñaba con tener 18 años, un trabajo, una casa, un coche... y vivir un sinfín de aventuras en libertad... a los 18 años! Que ingenuidad... si aún no lo hice! Yo, al menos aún puedo intentarlo, mi primo, por desgracia, no.

Muchas veces, como una fijación, soñaba con hacer algo importante; inventaba un medicamento que lo curaba todo; un artefacto que hacía todas las tareas de la casa, incluso cocinar; una máquina con la que desplazarse en el espacio-tiempo... algo que me convertía en un personaje importante, reconocido a nivel mundial, lo que llenaba de orgullo a mis padres y les colmaba de felicidad... ellos lloraban de alegría... yo también... Esto tampoco sucedió.

Creo que fui un soñador nato, casi profesional, de primera división... y lo único que saqué de provecho fue desarrollar la imaginación, para luego plasmar mis fantasías en tantos y tantos dibujos, pinturas, poemas, relatos, novelas... Siempre fui ese aprendiz de todo y maestro de nada... Fui? Todavía lo soy... Y ahora...

De mayor sueño con:

Encontrar un huequito en el mundo donde habitar en paz. Encauzar mi vida definitivamente. Ser mejor persona. Dedicarme algún día a la pintura. Dedicarme algún día a escribir novelas. Convertir en mágicas melodías mis sentimientos, con mi olvidada guitarra eléctrica, al piano. Encontrar a una mujer que me aprecie tal y como soy, que me ame sinceramente y que ría conmigo, que me regale su sonrisa, su tierna mirada. Conocer personas interesantes (como mis ángeles), con las que poder compartir mi vida. Encontrar la estabilidad económica (nunca ocurrirá). Viajar por todo el mundo. Pasar largas temporadas en Venecia (escribiendo), en Egipto (escribiendo), en Mallorca (pintando), en Suiza (leyendo), en Buenos Aires (con vosotras, claro... y el mate), en Japón (fotografiando), en Australia (fotografiando), en Africa (VIVIENDO) AMANDO SIEMPRE... y en tantos otros lugares soñados. Que la vida, al fin, me concede una tregua y me permite ser FELIZ... Poder escribir en el último de mis días que valió la pena vivir. Y sueño, también, que un amanecer despierto de mi ensoñación y encuentro a mis Ángeles a mi lado, que les doy un sentido abrazo, que les transmito ese amor que me inspiran, que nos reímos de nuestra torpeza... y que decidimos que la mejor manera de continuar nuestro camino es recorrerlo JUNTOS.

OS QUIERO!!


XI • Mi vida en prosa

Salgo a desayunar, de bar, como me gusta. Después me paso por la Fnac y pillo tres pelis; dos clásicas y una de aventuras submarinas. Luego, tras pasar por el super, a casa.
Como cada sábado, desde que ya no se queda los fines de semana, como en casa con mi hija, vemos Match Point; me encanta que le guste el cine de Allen, como a su padre. En cuanto se va con su novio (fan también de Allen), que viene a recogerla porque ella anda algo fastidiada de los meniscos, salgo con la bici, a la playa, y por tercera semana consecutiva me llueve. Me encanta este tiempo nublado, algo fresco y lluvioso.
De vuelta en casa, merendando fruta, se va la luz; esto es poco habitual. No hay luz; no hay Play Station. Aprovecho para faenar por la casa, para escribir estas líneas, para leer a Haruki Murakami y su Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, para mirar llover a lo lejos, allá en las montañas, desde las diez alturas en las que vivo.
Más tarde empiezo a preparar la cena para la visita de esta noche. Una gran ensalada cargada de todo lo que se me ocurre y un par de pizzas para ellos, mas algo de picar. Ah, y el Peñascal, claro.
Esperándolos escucho a Dido mientras las sombras toman la casa, sentado en la biblioteca, de cara al ventanal, alucinando con las formas de las nubes, de los colores que toma el cielo en el ocaso.
Cuando llegan, lo de siempre ultimamente; la vida está siendo dura para todos. No hay mucha alegría. La echamos de menos. Pienso todo el tiempo en lo que echo de menos a alguien que ría conmigo, como yo. Sueño con tener a mi lado una mujer que sonría, sólo eso. Por supuesto hablamos de lo mío, nadie lo entiende, el que menos yo.
No se van muy tarde. Ya estoy solo. De nuevo triste. Quiero ser feliz, pero así no lo voy a conseguir.
Necesito una dosis importante de buen humor, de buen rollo. Me pongo una de las pelis que compré hoy: ‘Cómo casarse con un millonario’, el título promete. Elijo ésta porque la conozco de sobra y sé que me va a dejar el buen sabor de boca que necesito.
Finalmente doy por acabado el día. Me voy a la cama, solo. Mi cabeza vuelve a las andadas. Me siento solo. Siento un vacío que nace dentro de mí y lo invade todo. Tengo suerte de tener gente alrededor que se interesa por mí, a quien importo. Y hoy es uno de esos días del que puedo decir que ha sido bueno.
Pero eso no hace que la sensación de vacío cese.
Me meto en la cama.
Apago la luz.

Me gustaría que mi vida fuera poesía.
No lo es.
Mi vida es prosa.